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Infinito es Par

En lo que tiene que ver con liderazgo, desarrollo personal e innovación, James Carse abrió una ventana en los años ochenta cuando publicó su libro «Finite and Infinite Games» en el que expresaban una nueva visión para la vida basada en las posibilidades de vivir la vida como un juego. Los juegos finitos poseen hay unas reglas predefinidas, los jugadores son siempre los mismos y tienen un final que, al llegar a término, da como resultado ganar o perder. Aquí entran ejemplos clásicos como el fútbol, el tenis o el ajedrez.

Muchas personas se pasan toda una vida pensando que son los únicos juegos que existen pero se pierden la grandeza y el éxito que supone enfocarla con la teoría de los juegos infinitos. Son como esos videojuegos en los que el único objetivo es evolucionar, crecer, sobrevivir y, por supuesto, seguir jugando. Estas partidas no tienen ganadores ni perdedores aunque se puede producir un cierto desequilibrio cuando, fuera de trofeos y competiciones, una de las partes está jugando a lo finito (necesita ganar) y la otra a lo infinito (su objetivo no es ganar ni perder, sino disfrutar del camino al máximo).

El emprendimiento y la innovación sólo se pueden concebir como un juego infinito, en el que las variables de «cumplir un profit o un budget» son dinámicas, ya que los oponentes son totalmente desconocidos y sería un error jugar al finito porque nos encontraríamos lanzando en poco tiempo la famosa pregunta en el aire del «¿Y ahora qué?«.

El hombre nace libre y ni los niños ni sus padres, ni los jefes ni sus empleados, ni el amante ni su enamorada pueden estar encadenados. Por eso las leyes tienen que proteger el sueño de la libertad entendiendo el desafío que supone mantener los juegos finitos para competir en juegos cada vez más altos en el global infinito. Diríamos que, parafraseando a Fiódor Dostoievski, que el grado de educación, progreso y civilización de una sociedad se mide por el trato a nuestros niños, a nuestros empleados y a nuestra familia.

Es obvio que una sociedad moderna se define por sus límites, por lo que nos constriñe, pero la cultura se define por el horizonte en el que ponemos nuestra visión. Cuando un emprendedor visiona un proyecto no puede mirarlo ni alcanzarlo, sólo puedo extenderlo. Es el ejemplo más diáfano de jugador infinito, una persona capaz de actuar sin temer las consecuencias y aportar sin límites a la sociedad para que el mundo y el amor entre las personas sigan adelante.

Los empresarios finitos viven en un mundo denso en el que todo se juega entre la vida y la muerte a nivel material, con las reglas del juego bien marcadas y convirtiendo al resto en enemigos, estableciendo fronteras para no perder su poder y basando el juego en anticiparse para controlar, someter o vencer a los demás. Un emprendedor infinito piensa en cómo puede colaborar con la competencia para que crezcan a la par o mejorar sus procedimientos para que los clientes estén muy satisfechos.

Los innovadores, que somos infinitos por definición, gozamos como niños, no nos importa ensuciarnos, volamos con corazón de paloma, con atención plena, teniendo intacta la capacidad de asombro y sorpresa y, sobre todo, fluyendo como el agua de Bruce Lee de forma natural y en total libertad.

Convirtámonos en esos individuos que sueñan en el juego infinito de la vida. De ese modo, nuestro objetivo no será ganar, sino jugar. Es el juego infinitivo donde se saborean las cosas importantes de la vida, por ejemplo, la Familia.

Dios no guarda distancia de seguridad con sus hijos y, pudiendo ser suegro, es Padre en todo momento, al igual que el emprendedor no nace o se hace a tiempo parcial, sino que persevera con alegría una historia sin saber si tendrá un final feliz.

Hay mundos, dentro de los posibles, que entran y salen de la existencia, otros se mantienen algún tiempo pero sólo los infinitos duran para toda las vidas.

«El arte es simplemente un método acertado de hacer las cosas. La prueba del artista no consiste en la voluntad que pone en su trabajo, sino en la excelencia de la obra que produce. Santo Tomás de Aquino, ajedrecista del pensamiento infinito.

Alberto Saavedra at imita.es Chief Missionary Officer

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