Este año conmemoramos 90 años de la llegada del Plus Ultra desde Palos de la Frontera a Buenos Aires. Ésta fue una de las grandes hazañas de la aviación española como aventura de éxito de la innovación nacional y que, como mucho de lo que sucede en lo interior de nuestras fronteras, no tuvo la merecida repercusión (uno tiene la sensación de que, casi siempre, tienen que ser los de fuera los que nos aplauden, como así lo hizo, por ejemplo, Carlos Gardel dedicándonos el tango «La Gloria del Águila»).
Este emprendimiento de Inteligencia Militar (dos términos contradictorios como decía Groucho Marx), contó con el respaldo del Estado, no hizo falta nacionalizarlo ya que se trataba de una cuestión del mismo y, para que todo quedara bajo el más estricto nivel de confianza, fue comandado por el hermano del General Franco, Ramón Franco (muy alejado del pensamiento de su congénere, llegó a militar como diputado en Barcelona en las filas de ERC). Este empréstito fue apoyado por el gobierno de Primo de Rivera y promocionado por todos los medios de la época y, por nuestra vocación de donantes perpetuos, el rey Alfonso XIII le donó el artilugio a la Armada argentina que lo empleó para el reparto de correo.

No llegaron muy lejos en el espacio pero la lancha se lanzó de nuevo, que es que lo realmente deriva en valor para el progreso científico de una sociedad. Cuando hablamos de Innovar, el «Non Terrae Plus Ultra» significa darnos una segunda oportunidad para explorar tierras nuevas. Intentarlo de nuevo, nos conduce a arrivar a un nuevo Finisterre, encaminarnos a una Odisea o desembarcar en Itaca. Hay que cultivar, ejercitar y desarrollar mentes despiertas, atentas e intuitivas para que, cuando el dedo del sabio señale el planeta rojo, no nos quedemos «pasmados» mirando el dedo, sino que tengamos en nuestro ser aquella virtud antigua de la perseverancia.
Desde esta tribuna, me permito la libertad de defender la inversión en «Ingeniería del Talento», aprender de nuestra Historia reciente y creernos, con valentía, que somos lo que somos: un país artesano de la imaginación, cuna de la Innovación y panadero de la creatividad. Debería florecer ese antiguo «fervor popular» que nos haga sentir orgullosos de llevar nuestro AVE a la Meca, nuestra Excelencia arquitectónica a todas la ciudades del mundo o nuestros aparatos aeroespaciales a los confines del Universo. Eso ayudará a reforzar nuestra imagen externa, propiciar el crecimiento interno para transformarnos en un país atractivo a los inversores y convertirlo en un destino idóneo para el emprendimiento como nexo comercial entre Europa, África y América.
Soplan Aires Buenos para la Innovación. Soñemos con nuevas tierras. Viajemos más allá.
Decíamos ayer, Creer para Crear
Decimos hoy, Crear para Mejorar
Diremos mañana, Mejorar para Crecer