Hubo una vez una época, que era algo así como un metaverso, donde los reyes pensaban que todo era posible y todo podía suceder y llenaban aquel lugar de titiriteros, enanos y bufones. En países como Rusia, aunque parezca obsceno en los tiempos que corren, servían para denunciar el mal y los vicios humanos y se les comparaba con santos cuyas palabras tenían más efectos que los sermones normales de la Iglesia ortodoxa. Los enanos, como los que retrató el maestro Velázquez, no sólo divertían y ocupaban las tertulias filosóficas de la corte, sino que también servían para realzar la altura de los reyes en los retratos.
La semana pasada, nos hemos retratado cuando recibimos a la empresa Peace City, que se interesó en Salamanca y no sólo por su situación geográfica sino por sus infraestructura infravalorada, sino por ser un lugar más barato para invertir que las grandes capitales y dónde las empresas internacionales se puedan deslocalizar. Es un croquis de arquitectura sencilla que plantea fundir Salamanca con los municipios de su alfoz en una gran metrópolis. El orden del día de esta Conferencia fue bastante entusiasta y seductora pero ya sabemos que el infierno está lleno de buenas intenciones aunque no se puede dudar de unos inversores árabes que nos plantean una inversión en modo limosna de 4.400 millones de Euros.
Ese nuevo Dubái Salamantino que plantean está cargado de buena voluntad: su objetivo es transformar Salamanca en «una de las mejores ciudades del mundo para vivir e invertir» y convertirse en una más de la red de ciudades de la paz de este holding. No quieren construir esa ciudad ideal para vivir, eso ya lo tenemos, sino una ciudad complementaria que «ponga en valor lo que ya existe y dote a la localidad de una infraestructura y economía sostenible para el próximo siglo».
El proyecto es contigente, Peace City World, «red de nuevas ciudades de la paz en países en vías de desarrollo«. La utopía es crear lazos entre diversos territorios para que así sea más complicado que aparezcan conflictos bélicos. No es una idea propia sino que es un «copy-paste» de una publicación de Naciones Unidas que asegura que la reducción de las guerras podría suponer un ahorro de billones de dólares en gasto armamentístico. Es por todos sabido que los jeques tienen bufones en todos los lugares y no tienen ningún inconveniente en hacer el viaje ideológico aún a sabiendas que esa inversión quizá se necesite ahora más en Siria para levantar el bloqueo económico y encontrar nuevos arlequines entre los escombros del desastre.
Los salmantinos tenemos en casa suficiente talento para dejar de ser conejillos de indias y no ser el lugar para ser la novia pobre de Dubái para implementar metodologías de prueba y error que pretendan fabricar nuevos materiales sustitutivos del acero, alunizar con aeroplanos o poner anuncios de queso y miel en las cabinas de un teleférico sobre el Tormes. Ante todo mucha calma y un poco de seriedad: no somos una Comunidad de Propietarios, somos una Ciudad con personas que luchan por pagar las facturas como todo hijo de vecino, a pesar de la inflación.
Sin ser demagogo, el asesor externo del Ayuntamiento ha dado el paso y ha encontrado el camino correcto para el desarrollo de la ciudad: se convertirá en emprendedor charro para poder canalizar los fondos que le corresponden en justicia por conseguir este idilio árabe-charro.
El experto a sueldo apuntó que Salamanca tiene «todo lo que no se puede comprar con dinero«.
Yo le recuerdo la frase de Sabina en sus Noches de Boda, «que no te compren por menos de nada«.
Estimados Árabes, os recibimos con alegría pero sólo de turismo, para trabajar por nuestra ciudad, aunque seamos una ciudad humilde en vías de desarrollo, o para que manden a sus hijos (y si se lo permiten también a sus hijas) a un intercambio de idiomas.
Siento decirles que Salamanca City ni quiere ni necesita ni sueña con ser Dubái, aunque agradecemos de corazón su propuesta.
Y sin embargo, lo del Tranvía, el planetario y el telesilla se lo compramos, si es neceario invertiremos el SEIKO de mi abuelo.
«Así, desde la cima de la torre más alta de la ciudadela, he descubierto que ni el sufrimiento ni la muerte en el seno de Dios, ni el duelo mismo eran de lamentar. Porque el desaparecido, si se venera su memoria, es más presente y más poderoso que el viviente. Y he comprendido la angustia de los hombres y compadezco a los hombres. Y he decidido curarlos.“. Ciudadela Por Antoine de Saint-Exupéry, padre de un gran príncipe sin ser Rey.
Alberto Saavedra at imita.es Chief Vissionary Officer