Los Innovadores tenemos la virtud de, sin dejar de tener las suelas de nuestros zapatos en la Tierra, ver espectáculos en el cielo que son dignos de admirar. Con esos ojos del asombro podremos ver este año 2018 una SuperLuna en Enero, un Eclipse Solar en Febrero y una Luna Azul en Marzo. Si somos perseverantes y pacientes, en Primavera observaremos llorar al cometa Halley y el verano nos traerá una nueva Luna de Sangre que volverá rojiza la luz que baña nuestro planeta.
Ha sido La Ciencia, desde hace apenas cuatro siglos, la que nos permitió alzar los ojos al cielo y comprender que no éramos el centro de la creación. Lo hizo mediante un invento holandés llamado kijker, que significa mirador. Se trataba de un ensamble de dos lentes en un tubo pero cuya gloria científica se la llevo Italia gracias a la valentía de un tal Galileo Galilei. Tuvo la osadía de acudir a los poderosos para hacerles «ver para creer» las lunas de Júpiter y las orejas de Saturno. Su argumentario, sencillo: «El propósito de la Iglesia no es determinar cómo van los cielos, sino cómo ir a los cielos«.
Los proyectos divinos siempre perduran y, cuando Galileo moría, nació un bebé, de nombre Isaac Newton que, aupado en hombros de gigantes, pudo enseñarnos el universo en todo su esplendor. El Innovador se deja encontrar por la maravilla de lo que busca, arriesga en cada avance y se aleja de esa zona de confort que le imprime el calor en la estufa del conformismo.
Un innovador, cuando mira alrededor de sí, siempre encuentra un mar que es más alto que el cielo. Lo que puede parecer insólito se nos vuelve natural como sucedió en el siglo XVIII en Europa en la que se pudieron observar auroras boreales lejos de los polos, en zonas como la Península Ibérica o Italia.
Todo depende de saber mirar lo que tenemos en nuestro entorno. En la vida terrenal sucede como en el Universo, cuanto más nos alejamos del lugar de partida más conocemos de nuestra Historia y, de algún modo, nos reencontramos con nuestro origen, con lo que somos, de dónde venimos.
Iniciativas para volver a ese punto son la Ruta de la Estrellas que tiene la pretensión de prender vocaciones científicas en los jóvenes estudiantes para comenzar el viaje hacia el Conocimiento en una ruta inolvidable para toda la vida. Es un proyecto que quiere construir una Europa inclusiva e Innovadora ante la necesidad que tenemos de un millón de nuevos científicos.
Del mismo modo, recomiendo visitar el complejo astronómico-turístico e-EyE (Entre encinas y estrellas) en Fregenal de la Sierra. Emplazado en medio de la dehesa sur-oeste extremeña, rodeado de enormes terrenos de encinares posee unos cielos que ofrecen una oscuridad por encima de la magnitud 21, propiciando observaciones profundas y de calidad. Los nuevos negocios entorno a la Astronomía no son sólo tendrán que ver con la Investigación científica, el turismo espacial o las propias operaciones, sino que tiene que ver con la «Astroinformática«, entendida como «big data» de los datos obtenidos en las misiones interplanetarias.
Por ese motivo, al igual que la NASA lleva años utilizando los parajes extremos del volcán de Mauna Loa, en Hawai, para someter a sus astronautas a la situación de estar en el planeta rojo, la Agencia Espacial Europea ha incluido al tubo volcánico de La Corona en Lanzarote como lugar de pruebas para probar los paseos espaciales y las comunicaciones bajo Tierra.Para la ESA,
«Quoniam videbo celos tuos opera digitorum tuorum, lunam et stellas quod tu fundasti. Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, luna y estrellas que tú creaste“, reza la inscripción que bordea y corona la bóveda del Cielo de Salamanca