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Salamanca (España)
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ANIMAL, VEGETAL, MINERAL

Durante la semana han pasado por mi mente algunos pensamientos sobre Creatividad en el aula, a raíz de una reunión trimestral de padres, y es un tema apasionante hablar sobre la flexibilidad horaria de los Jesuitas, modelos innovadores como el que difunde Ken Robinson o el de Sor Innovación, como la definió Manuel Campo Vidal, la monja que está revolucionando la educación española.
Como Innovar es salirse del sendero establecido voy a cambiar mi planificación inicial y, abordando otra arista sobre la renovación deseada en la Educación, vamos a comenzar hablando de un Informe de la ONG «Save the children» que se ha publicado esta semana en el que se refleja que uno de cada tres niños entre 12 y 16 años reconocen haber agredido a un menor. Personalmente, no creo mucho en las estadísticas porque no se cumplen en mi persona, pero comparto con Ana Sastre, Directora de Políticas Públicas de la Organización, que no son «chiquilladas ni juegos de niños sino que es una vulneración grave de los derechos de los niños. Nuestra propuesta es reforzar la educación emocional y la adquisición de valores sociales y la convivencia».
El enfoque es adecuado pero el objetivo tiene que ser combinar todas las experiencias acumuladas de reformas institucionales, innovaciones e investigaciones en un proyecto común que englobe a todos los agentes y actores involucrados en el entorno del niño y encuentre una solución de Estado a un problema sistémico que, como proclamaba la ONU hace más de sesenta años en su Carta sobre la Educación, nos concierne a todos, no sólo a la Escuela. Hay que Innovar en los horarios, mejorar en una conciliación real que permita a los padres pasar tiempo de calidad con sus hijos, formarnos en educar sin gritar, planificar su «crecimiento personal» y sus actividades, aprehender una paternidad responsable que no exponga a los niños a información que no son capaces de asimilar y, sobre todo, escuchar lo que ellos quieren (recuerdo con nostalgia mis primeros juegos digitales en el ordenador Amstrad de mis primos que nada tienen que ver con los Juegos de Tronos de las nuevas consolas).
ANIMALVEGETALMINERALEn Psicología del Aprendizaje nos enseñan que como animales que somos, en todas las etapas de la vida, pero aún más cuando somos «esponjas» de corta edad, aprendemos por imitación o por contraste. Para imitar o constrastar un algo o alguien hay que partir de la premisa de tener esa referencia. ¿Qué o Quiénes son las referencias de nuestros hijos? En algún caso será la protagonista de la serie de éxito de Disney, en otro los luchadores de Wrestling Americano y, en la mejor de las situaciones posibles, tendremos un hijo que tiene los inocentes comportamientos de Bob Esponja.
La Innovación en este ámbito no es sólo crear modelos educativos en la Escuela, criar a nuestros hijos en su micromundo de bienestar o, como expresa el insigne José Antonio Marina en su artículo de la revista electrónica Ethic, «implicar a las familias en su relación con la Escuela requiere un pacto de Estado». La Educación, como canta un proverbio oriental, comienza 9 meses antes del nacimiento de la madre. Si el resultado de la Sociedad que estamos construyendo son niños agresivos, con poca empatía, que no son capaces de conocer la alteridad, de tolerar al diferente y, lo que es más duro, desde nuestra posición consentimos esos tipos de violencia entre iguales, nos acercamos al concepto de «modernidad líquida» del sociólogo polaco Zygmunt Bauman que, precisamente, ha presentado esta semana en Barcelona su Documental titulado «In the same boat».
La Educación tiene que promover los vínculos humanos, la solidez de la relaciones con nuestros hijos y que la rapidez de la vida no convierta los valores en frágiles. Esta sociedad consumista, hedonista y del bienestar no tiene identidad y se está convirtiendo en un vegetal en el que se da la paradoja de que su savia, que somos las personas, estamos cada mejor formadas pero con la necesidad urgente de tener estambres que nos permitan recuperar nuestra identidad, referencias y modelos de seguimiento.
Esa Educación en Valores, para la Convivencia o para la Ciudadanía, no es obra de una sola institución sino de crear una Comunidad Educativa que se ponga al servicio del niño. Un proyecto innovador que transmita a la Sociedad una cultura de Paz y fomente la verdadera Educación, tiene que ser una Escuela de la Vida en la que participen los Maestros, las Familias, la Asociaciones que promueven valores, talento y diversidad así como toda la Sociedad Civil. Las Familias tienen que jugar un rol activo en la Educación permanente de sus hijos a costa de renunciar a la comodidad y privilegios que nos ofrece esta Sociedad del bienestar.
El problema es que el Sistema Educativo en España ha estado siempre fundamentando en una ideología y no se ha centrado en las necesidades de los infantes. Los niños, como seres humanos, tienen una tendencia innata e institiva a imitar. La innovación en Educación tiene que centrarse en facilitarle las referencias a nuestros hijos para su desarrollo intelectual, físico y cultural así como desarrollar actitudes para la Convivencia democrática. Tenemos que favorecer que tengan modelos y referencias que les permitan, mediante la observación, modelar su conducta, comportamiento y actuaciones con el refuerzo positivo del entorno. Es una aprendizaje natural, receptivo y que conforma el futuro carácter del niño.
Otro tema de renovación educativa que hay que incluir en este proyecto común es la Formación espiritual. En esta mal llamada sociedad «laica» hay que desprenderse de las connotaciones políticas que, desde la época de la creación de la Institución Libre de Enseñanza, hemos padecido en este país. Utilizando la metodología de Vigilancia estratégica de imita observamos que, en países como el Reino Unido laicos por naturaleza (esta semana su Parlamento ha aprobado una nueva fase para la crionización de células para investigación del genoma), han tenido la pasada década un debate serio sobre esas cuestiones. Su conclusión fue sencilla: entienden por educación espiritual «aquella educación sobre problemas que afectan y preocupan a todos los seres humanos y cuya respuesta no está dada por las ciencias positivas: el sentido de la vida, los problemas estéticos, los problemas morales, también los problemas religiosos. Sobre todas estas cuestiones se tenía que dar algún tipo de conocimiento a los alumnos».
Podemos imitar a una nación históricamente laica como la inglesa para tomarnos más en serio, no ideologizar la Educación como hacen en Finlandia y, sobre todo,  preocuparnos de incluir en el Proyecto Educativo la formación espiritual. Se puede comenzar dejando como obligatorias materias tan inherentes al ser humano como la Filosofía que refuerzan el carácter intelectual, afectivo y emocional.
Esta Inteligencia Emocional de la educación se tiene que basar en dos aspectos fundamentales: que el niño aprenda con modelos, referencias e identidades (la imitación) y que sea capaz de desarrollar su pensamiento crítico con libertad reclamando los derechos que le son inherentes (contraste). De ese modo, nuestros hijos se podrán alejar de un modelo sumiso de Sociedad, serán niños autosuficientes que tendrán empoderamiento para tomar sus propias decisiones y, por supuesto éstas, no tienen que estar alineadas a un pensamiento único.
El que escribe, homenajeando al fallecido Umberto Eco, no se incluye en el saco de los Apocalípticos (no espero que pasemos de peleas de patio a Siria) o en el de los Integrados (asumir el café para todos no casa con mi estilo de vida). Sólo se define ciudadano de a pie que tiene esperanza en que encontremos entre todos una solución global a este grave problema, con el fin de que el propio Sistema fomente valores como el Pensamiento crítico, la Resiliencia y la Cultura de la Paz. Aprendamos y transmitamos ese optimismo inteligente que nos ayuda a emprender e innovar sin olvidar, como decía Baltasar Gracián, que «De nada vale que el entendimiento se adelante si el corazón se queda».
nic3b1o-imita-abuelo-padreEduquemos pues con Amor, amar al ser humano, a las plantas, a los diferentes, a los desconocidos, o «Amor a las cosas» en su totalidad como señala el escritor Julio de la Torre. Lo bueno de hacerlo con este «modus operandi» es que lograremos que el niño,  al ser observador de su entorno, para aprender no tendrá que realizar ninguna tarea como ocurren con otros aprendizajes más mecánicos.  Como padres somos el principal estímulo para que nuestros hijos aprendan valores (no debemos olvidad nunca que somos el espejo en el que se miran a diario) que encofren su vida en el Ser.
Como exponer hipótesis es muy sencillo, pongo dos muestras para explicar este modelo innovador que propongo en nuestro sistema educativo. Esta mañana nuestros hijos han tenido la deferencia de dejarnos dormir y prepararse el desayuno. Podían haber cogido galletas, chocolate o los resquicios del turrón navideño que está en la nevera. Han desayunado, por su propia iniciativa de siete y cinco años, lo que los anglosajones denominan «healthy breakfast» (un kiwi, arándanos, yogur, semillas, nueces y cereales). El espejo ha creado la imagen, la imagen ha construido la conducta y ésta,  su carácter sano. ¿Se necesitan campañas de hábitos saludables en los colegios?
Unas horas más tarde, después de escribir estas líneas, hemos compartido un momento del sol de invierno con ellos en un parque que les gusta frecuentar por su novedad (enseñar en el asombro). Allí me he sentado de forma natural en un bordillo a recoger piedras mientras ellos iban a ese mobiliario urbano que nos proveen los Ayuntamientos. Mi enseñanza y aprendizaje nacen con sorpresa cuando, en primer lugar, se acerca mi hija mayor y me pregunta con su genial energía creativa: Papi, ¿cogemos minerales? «¡¡ Pues Claro !!», afirmo, «si precisamente te lo iba a proponer yo». Segundos más tarde nos acompañan mis otros dos hijos y aprovecho para contarles la historia de la recogida de oro en los ríos de los antiguos buscadores americanos: aprendizaje por imitación.
Para caminar hacia el mejor de los mundos posibles, no es necesario trabajar por un mundo mejor para nuestros hijos, sólo tenemos que dejar unos hijos mejores para el mundo. Hacer «Creanza» de hijos supone escucharles más, ser el espejo en el que se miran a diario (no papás de fin de semana) y ser conscientes de que son diamantes en bruto, frágiles, delicados y perfectos y, como un instrumento musical, cada uno «hace un ruido» diferente.
                                                                                                                                                          Alberto Saavedra
 Socio Director

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