De todos es sabido, que el cerdo ibérico más selecto, gracias a la magia de la Innovación, nace en Galicia desde el año 2012, fecha en la que la firma Coren comenzó la comercialización de un cochino alimentado a base de castañas. Se trata de un cerdo a medio camino entre el blanco y el ibérico, cruce entre dos razas, Pietrain y Duroc, y consigue una carne con una mayor infiltración de grasa, que es la responsable del sabor de nuestro mayor manjar.
Pero el Grupo Coren ha dado este año una nueva vuelta de tuerca con la creación de una planta de investigación y tratamiento de residuos orgánicos que ha puesto en marcha en una explotación a siete kilómetros de Celanova. El proyecto se denomina Valorpur y en la granja se dan cobijo a dos mil cerdas de cría, «libres de estrés», que generan unos residuos que son depurados de forma biológica mediante plantas acuáticas.
A esta nueva raza de cerdos se les mima con atenciones especiales como por ejemplo, con camas de papel, viruta abundante para evitar que se dañen las patas al nacer y conviven en un entorno creativo rodeado de juguetes y amenizado con hilo musical en el que suena música personalizada según el momento para que los ejemplares tengan «una crianza similar a los jabalíes» y se olviden de esa obsoleta costumbre de morderse la cola.
Cada animal lleva un chip que permite el control electrónico de su crecimiento y se presta una atención especial a las futuras mamás, tanto en el momento de cubrirlas por los machos como en el período de gestación (cuando comienzan las contrataciones pasan a una sala específica, a modo de Maternidad, para que las nuevas crías nazcan en un entorno inmejorable).
Esta insignia de la Marca España, se comercializa bajo la denominación «Selecta» y se han atrevido a enfrentarse al preciado y carísimo buey de Kobe en Japón. Como afirma Emilio Rial Pais, director general de la cooperativa gallega, «no es un cerdo cualquiera, y es producto de mucho trabajo e investigación«.
De hecho la alianza que mantiene con la Xunta, a través de la Axencia Galega de Innovación, tiene previsto exportar la raza a otras regiones como Castilla ya que el producto de cerdo alimentado con castañas tiene mayor nivel de ácidos grasos saludables y mayores niveles de antioxidantes, lo que redunda en mejor calidad y sabor, según demuestra un estudio realizado por el Servicio de la Análisis e Innovación de la Universidad de Extremadura.
No obstante, en Castilla y León también tenemos granjas innovadoras como lo demuestra la cría de langostinos en Medina del Campo (Valladolid) por parte de la empresa Gamba Natural. Este criadero de Langostinos blancos del Pacífico, se estableció en un páramo seco por donde transcurre un río sin caudal, el Zapardiel y rodeado de la vid del imperio del vino blanco de Rueda.
Se ve que a rio revuelto por el vino, los fundadores, dos visionarios noruegos y un biólogo francés, vieron ganancia de pescadores. Eligieron Medina por su cercanía a Madrid, por el gran mercado español (sobre todo en estas épocas navideñas), hastiado de producto congelado y, sobre todo, por el apoyo de las subvenciones de la Junta de Castilla y León. La ADE (Agencia de Desarrollo e Innovación) ha respaldado esta iniciativa que ha necesitado 7,5 millones de euros de inversión y cinco años de I+D para desplegar la tecnología necesaria para replicar el hábitat del crustáceo.
En palabras del fundador, Skyback, «de entrada a un español le dices que invierta en esto y te dice que no, que suena a locura o disparate«, pero como buen nórdico en su mente estaba el sueño de no fracasar y, como buen emprendedor, fue capaz de vender su proyecto con entusiasmo en la divulgación de sus bondades: «…como replicamos su hábitat y controlamos todas las variables, no sufren enfermedades que les atacan en el medio natural. En la granja la mortalidad es bajísima».
Se fusionan en este proyecto dos culturas de grandes pescadores, los noruegos con el talento emprendedor y los biológos españoles con su saber hacer (eso que los anglosajones llaman know-how). Han encontrado nuevas fórmulas de Innovación relacionadas con la acuicultura y, sobre todo, es una apuesta por la sostenibilidad y el impulso de la producción y consumo de productos naturales, sin aditivos ni conservantes, de los que se come todo, al igual que el cerdo ibérico.
Su apuesta por la ecología y la sostenibilidad es una fórmula bajo llave pero, indagando en lo que se conoce de los langostinos que moran en la piscifactoria vallisoletana, se sabe que se compraron las larvas a una empresa especializda en en Isla Morada (en Florida). Mediante inseminación artificial han conseguido una estirpe de carne prieta y aspecto visual inigualable. Se pesca con cestas tipo nasa, se recicla el agua y no se tira nada (como hacían nuestra abuelas) ya que el langostino es canival y devora a sus congéneres muertos y las mudas del tiempo.
Gamba Natural es la muestra viva de empresa innovadora, sostenible y ecológica. Como los camarones blancos del Pacífico que producen, han conseguido mimetizarse con el entorno castellanoleonés y, entre sus planes de futuro, se encuentran abrirse al mercado europeo, replicar granjas a modo de franquicia y, en breve, cultivar deliciosas langostas desde la Meseta castellana.
Es un modelo de negocio simple, basado en la sencillez de la idea, la innovación constante y la locura de la quimera, similar al que lleva desde hace décadas funcionando en la piscifactoría de truchas autóctonas que he frecuentado desde mi niñez en mi tierra, el Lago de Sanabria.
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Candelaria.C
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