El «Studii salmantini», como nos cuentan los libros de Historia, fue fundado por el rey Alfonso IX de León en 1218 imitando lo que tenía más allá de sus fronteras. El molde fue modelo jurídico boloñés y lo llenó con la masa del espíritu teólogico de la Universidad de París. El monarca, según nos demuestra la Neurociencia, utilizó las neruronas espejo para que su creación reflejara lo mejor de lo observado y sirviera como cimiento de una nueva cultura nacida por y para el aprendizaje y crecimiento del ser humano.
Años más tarde, bien entrado el siglo XIV, el Estudio salmantino ya era considerado el segundo del orbe tras el parisino y la formación de sus nueve mil alumnos, procedentes de diferentes puntos de la península, redundaba de forma directa en la Economía de la ciudad del Tormes.
Salamanca era la fábrica de funcionarios y cargos eclesiásticos de la Corona, algo que quedará plasmado para siempre en la fachada de nuestra Universidad, ya que entregaba unas personas que se ajustaban de manera perfecta a las necesidades del Estado. La ciudad formaba una élite mediante la denominada «Corona del Saber» gestada en la Escuela de Salamanca. Los estudiantes adquirían conocimiento de Dios y obtención del estado de bienaventuranza que, aunque ahora mora donde habita el olvido, era considerado el mayor de los bienes susceptible de ser alcanzado por los hombres.
Nuestro modelo económico actual de ciudad, además de seguir la estructura social de Economía Cooperativa del Bien Común que demandan los nuevos tiempos, tiene que cimentarse, como la piedra arenisca de Villamayor lo hace en nuestro urbanismo, en la Ciencia y en la Innovación ya que conlleva un beneficio directo tanto en el sistema productivo como en el social.
Salamanca lleva ochocientos años soñando con su propia utopía : ser la ciudad del Saber, del Conocimiento, de la Ciencia. Para caminar hacia esta noble visión, tiene que reconocerse a sí misma e impregnar todos sus rincones de Innovación. Como ciudadanos, tenemos que aportar nuestra pincelada para el lienzo común que nos presente ante el mundo como la Ciudad del Talento.
Supone recoger los restos del naufragio de la antigua Escuela de Salamanca y retomar los mares de su misión original para que la ciudad irrumpa en el mundo contemporáneo con su visión profética como Universidad mayor. Salamanca tiene la obligación ética e histórica de descubrir, imaginar e inventar nuevas maneras de vivir, ser una guía, consejera y referente moral que ofrezca respuesta a los retos de nuestra sociedad, al igual que lo hizo en su día al hacer Nuevo el Viejo mundo.
Para viajar al origen, debemos comenzar por el principio: Innovar en Educación desde los niveles más básicos. En imita, abogamos por desarrollar los principales carismas, habilidades y destrezas para formar a personas creativas que estén siempre preparados para el cambio y que se encuentren abiertos a procesos de aprendizaje permanente.
No obstante, para lograr estos nobles fines, también tenemos que repensar el modelo de Universidad como eje vertebral de la ciudad y su lugar social en Salamanca. Es la cuna del talento en el que se deben formar personas que luchen por una sociedad justa, que reflejen el bien público y, en el ámbito de la excelencia en Innovación, desarrollen el Conocimiento y la Economía.
Para ello, como lo hizo en tiempos pasados su fundador, hay que fusionar los modelos imperantes de Universidad de nuestro tiempo y quedarnos con lo mejor de cada uno. Del tecnocrático, tenemos que generar una élite de personas con talento que ofrezcan servicio al sistema capitalista mediante la auténtica sinergia universidad-empresa.
De la versión humanista, hay que generar élites políticas e intelectuales que iluminen el camino de la sociedad con el saber más ilustrado. Por último, formar a ciudadanos que posean dotes para transformar la realidad, profesionales con fuertes compromisos con la libertad, la democracia y la igualdad cuya función sea la promoción de los más desfavorecidos.
¿Cómo se consigue esta hibridación? Cambiando los modos de relación entre los diferentes agentes sociales: o bien, se mercantiliza el saber como se ha venido haciendo hasta ahora, o se trabaja para construir un modelo que favorezca la justicia social.
En los doce años que llevo residiendo en esta ciudad, he percibido gratos cambios e iniciativas como el sumatorio que supone el acuerdo entre la Universidad y el Ayuntamiento para recibir, acoger y sostener el talento científico. Sin embargo, ochocientos años de construcción de un modelo sólo se pueden mejorar realizando una deconstrucción al más puro estilo de Jacques Derridá.
La deconstrucción de Salamanca supone un nuevo modo de leer la ciudad, una estrategia disruptiva, un archipiélago formado por las actitudes de todos los ciudadanos. Si analizamos lo que somos, según el informe de la Fundación COTEC, somos moderamente innovadores, tenemos un nivel tecnológico bajo y un bajo índice de inversión en I+D+i. Eso conduce a baja competitividad, baja transferencia de Conocimiento y que el emprendimiento no sea sostenible al estar formado por muchas microempresas.
No obstante, como en imita somos geneticamente optimistas, hay que vitorear que estamos entre los diez primeros en la producción científica, la calidad de los resultados es aceptable y poseemos un buen rendimiento académico aunque el nivel de transferencia de Conocimiento sigue siendo bajo.
En este contexto, a Salamanca, como ciudad de Saberes, sólo existe un modo de interpretarla: como ciudad de la Innovación, la Tecnología y el Emprendimiento. Por ello, debemos construir un modelo de ciudad que se cimiente en una Universidad emprendedora que capitalice el conocimiento preocupándose por los problemas y las necesidades del mundo real. Un ecosistema universitario basado en el conocimiento inteligente, con valores sociales y apoyado en el Campus de excelencia internacional.
El problema radica en que la Universidad de Salamanca es, como macroentidad, un elefante amarrado a un poste imaginario (los departamentos y la jerarquía de poder) que produce inercias, tanto centrífugas como centrípedas. Esta barrera se solventa haciendo entender a las personas la necesidad de innovar en el modelo de negocio mediante el talento interno, con el fin de romper sus resistencias al cambio.
Obviamente, el objetivo de la Universidad de Salamanca, como el de cualquier Administración Pública, no es ganar dinero pero sí ser sostenible en el tiempo para invertir en infraestructuras y personal de calidad que genere Conocimiento para transferirlo al mercado.
Para diseñar este nuevo modelo, hay que combinar los factores de innovación, buen gobierno y conservación de la riqueza patrimonial y crear un equipo de innovación multidiscilinar, autónomo y autosuficiente para la toma de decisiones que lidere el proceso de renovación. Es lo que denominamos en imita EPI, equipos de personas innovadoras, que crean, creen y caminen hacia un modelo de ciudad resiliente, como cualidad adaptativa, capaz de resolver problemas en situaciones de crisis de forma sostenible, sin perder en la planificación estratégica la dimensión global de Salamanca como ciudad.
¿Cómo hacerlo en la Universidad de Salamanca? Deconstruyendo su modelo de negocio para que se posicione como referencia en el mundo, además de optimizar gastos hacia una organización más rentable, como lo hace una gran empresa.
Supone CREER en el cambio, para romper los muros de piedra de Villamayor que separan los distintos Departamentos y que, con gran resistencia y poca resiliencia, llevan años trabajando del mismo modo produciendo nulos progresos o lentas evoluciones.
Supone trabajar para CREAR un diseño de mejora continua (metodología Kaizen de imita) con una estructura que permita crear, entregar y captar valor.
Supone hospedarse en la Economía del Bien Común para CRECER y convertir a Salamanca en un diamante de la máxima pureza en el que convivan la Economía y el Conocimento, la Política y la Innovación, la Industria y la Universidad.
En esta nueva «Economía del Conocimiento» hay que darle autoridad y poder a iniciativas como el Parque Científico de Salamanca, los Campus de Innovación o el edificio Multiusos I+D+i que suponen, sin lugar a dudas, el «Manchester charro» para nuestros hijos. Eso sólo se consigue construyendo una cadena de valor y valores, cual muralla que encierre el saber, y que permita atraer, retener y crear Talento para promocionar, sostener y hacer crecer a las Empresas.
La nueva edición del «Studii salmantini», debería publicarse con la escritura especular que patentó Leonardo Da Vinci. Esa forma de escribir que procede de mirarnos en el espejo y ser transparentes, diáfanos y cristalinos (no la acepción mercantilista de la RAE de especular cómo conseguir ganancias rápidas).
Como en nuestra ciudad tenemos obligación histórica de ser aprendices de sabio, debemos escoger la acepción correcta que es la que procede del verbo latino «speculari»: mirar desde arriba, o sea , contemplar desde nuestra atalaya para descubrir los secretos que algo pueda tener. Primero observar, para después espiar en caso de guerra y convertirnos en exploradores de la ciudad, es decir, personas que laboramos con inteligencia. Parafraseando al fundador del Instituto de Paz, Desarrollo Personal y Liderazgo, Julio de la Torre, «Salamanca, siempre adelante, con los pies en el suelo y la mirada en el cielo«.
La Universidad debe representar en nuestro ecosistema el poder de las ideas, el cómo cambiar el mundo. Por ello tiene que incluir en su misión, la oportunidad que supone la actividad emprendedora y, como afirmaba J. Grant, Director de UNICEF, «la moralidad debe avanzar de la mano de la capacidad«, para sumarse al modelo de la mejor versión de Salamanca.
«Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado». Miguel de Cervantes, El Licenciado Vidriera
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Artículo publicado el 2 de Diciembre de 2016 en el en el Boletín de Empresas Amigas de la Universidad de Salamanca
1 Comment
Juliet G
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