Originalidad como la de Tomás Moro cuando creó el neologismo «utopía» y fusionó, para crear un nuevo género, dos elementos: uno literario (varios temas en un mismo relato) y otro material: una propuesta de reforma político-social basada en el uso del derecho. Con elllo trataba de resolver los males y problemas que afectaban a la sociedad de su tiempo, y que, sin lugar a duda y en gran medida, seguimos padeciendo cinco siglos más tarde.
En Felicidea viven las personas que poseen en su mente el concepto de Fantasía, este término que ya describió San Agustín como «la potencia anímica de carácter inferior más vinculado a la sensibilidad que al entendimiento». Es el lugar perfecto para hacer «braimstorming«, buscar la Isla del Tesoro sin mapas de navegación y, a través del espejo de la Innovación, encontrar los imposibles.
Las ideas en Felicidea, parafraseando a García Márquez en «Cien años de Soledad«, tienen vida propia. Todo es cuestión de despertarles el ánima. ¿Cómo las despertamos en nuestra empresa? Con creatividad. Esa habilidad que describieron Alex Osborn y Sidney Parnes al estructurar un modelo y un proceso para generar ideas («Creative Problem Solving Process») o cuando se creó en Estados Unidos el primer Centro Internacional para la difusión, investigación, formación y desarrollo social de la creatividad en 1967 (International Center For Studies in Creativity).
Si seguimos haciendo un poco de Historia en esta bitácora, encontramos que el término «creatividad» en nuestra lengua es muy reciente, data de 1984, y ha evolucionado desde la Techné de los griegos (ese motor de creación), pasando por la creación ex nihilo (para los cristianos todo procede en origen de Dios) y acabando en el pancreacianismo que nos bañó en el silgo XX, que reconocía la capacidad de creación a todos los seres humanos.
«José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: «Para eso no sirve». Gabriel García Márquez. «Cien años de Soledad».