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El Valor de las Migas

Lou Montulli, un ingeniero de 23 años de Netscape, uno de los primeros navegadores de Internet, se enfrentó en los años 90 al problema de personalizar la navegación web y poder guardar información de cada sesión. Tras descartar varias ideas, principalmente porque vulneraban la privacidad de los usuarios, obtuvo su inspiración de un clásico de la literatura infantil: Hánsel y Gretel. De la misma manera que los hermanos del cuento iban dejando migas para recordar el camino desde la Casa de chocolate, el ingeniero desarrolló unas «migas digitales» que permitían que cada sitio web recordara a los visitantes, las famosas cookies.

Estos ficheros que se almacenan en nuestro navegador han ido evolucionando, generando cuantiosos ingresos de publicidad, y se dividen en dos grupos: las cookies de origen que reconocen al usuario cuando regresa a una web y luego están las cookies de terceros que guardan toda nuestra información privada. Gigantes como Google, que consiguieron su monopolio gracias a la innovación algorítmica frente a otros como Lycos, Yahoo o Terra, trabajan ahora en una estrategia digital de perder para ganar: eliminar las cookies de terceros para finales del 2023.

Puede parecer que es una estrategia para ayudar a crear una red más universal y humana pero hay que leer la letra pequeña. En el mundo griego y romano también se defendían las bacanales para honrar al dios Baco o Dioniso y las bondades de entrar en ese mundo de consumo conspicuo que les otorgaba a los invitados una sensación de relax, de inversión de valores, del todo vale.

Es comprensible la generación de beneficios por publicidad ya que como sucede con la TV o la radio, la creación de contenidos necesita financiación y más cuando como usuarios, no pagamos por el servicio, sólo por la conexión a Internet. La diferencia es que A3media, RTVE o Mediaset no saben las cosas que compramos, ni las redes sociales que tenemos instaladas o si nos gustan más los langostinos que las gambas. El problema de las desprotección es que es un sistema de información compartido y que no esta gestionada ni almacenada la información de modo imparcial ni regulada por un legislador competente.

La solución puede ser el uso de los identificadores abiertos en publicidad  (OAID por sus siglas en inglés)., en los que están trabajando Mozilla o Huawei ya que permite que el usuario sea el que ejerce el control de las cookies en todo momento eliminando la dependencia de las grandes compañías. Otra alternativa válida, si no fuera porque la está implementando el Goliat de las búsquedas como tecnología propietaria, sería la Privacy Sandbox, aprendizaje federado de cohortes (FLoc en inglés). Se trata de agrupar a las personas en cohortes, palabra viva por desgracia de la COVID, en función del historial de navegación, pero tendríamos que cambiar el famoso RGPD de la UE.

Sin cookies de terceros, las empresas necesitaremos optimizar la recolección de datos sin atentar contra la privacidad de los usuarios. Con la tecnología actual tendremos tres vías: pedir información de forma directa al usuario, promover los modelos de pago por uso (suscripción) o la integración de los datos de las redes sociales. En este último caso se pueden volver a los escándalos archiconocidos de las tecnologías invasivas y otros abusos como el espionaje, la mala praxis y la venta masiva de la privacidad.

La solución, para los que queremos velar por nuestros datos, la pueden traer nuevos navegadores como Brave que, además de ser el triple de rápido que Chrome, aporta una red de anonimización que activa una red privada virtual para navegar y posee una plataforma de anuncios privados llamada Brave Ads mediante Blockchain. Los anuncios son voluntarios y, si los consientes, recibes una moneda virtual llamada BAT que puede ser donada a los creadores de contenidos.

Además han construido un ecosistema completo «todo en uno» con búsquedas independientes, listas de reproducción, videoconferencias gratuitas, e-wallet de criptoactivos y un servicio de noticias personalizable. Al eliminar los anuncios y el rastreo, además de aumentar la velocidad, los contenidos serán sólo los imprescindibles y eso conlleva una disminución de la transmisión de datos e incluso un ahorro de batería en los dispositivos con la consiguiente mejora para el medio ambiente.

Quizá este BraveHeart despierte de su hibernación a las grandes GAFAs (Google, Amazon, Facebook, Apple) que, a pesar de negar la mayor y no dejar publicar anuncios cripto en sus plataformas, han despertado a las finanzas descentralizadas y Facebook acaba de integrar en Estados Unidos la plataforma de pagos Novi en su Whatsapp, permitiendo transferencias de dinero a través de una criptomoneda con equivalencia directa con el dólar.

Podríamos soñar con que se cumpla la moraleja del cuento y, en un futuro, Google consuele a Facebook como lo hizo Hansel con su hermanita: «Espera un poco Gretel a que salga la luna; entonces veremos las migas de pan que yo he esparcido, y que nos mostrarán el camino de vuelta«.

Pero como la hipocresía del poder no tiene límites ni fronteras, cuando salga la luna, los internautas seremos los que no encontraremos ni una sola miga porque se las habrán comido los pajarillos de ese bosque con las raíces podridas, el Internet del Valor de lo que no tiene precio.

“Una sociedad que sólo vea al hombre como un instrumento para el enriquecimiento es una sociedad antihumana, algo que nos es hostil, y por tanto nunca podremos aceptar su moral, falsa e hipócrita.“ Máximo Gorki.

Alberto Saavedra at imita.es Chief Vissionary Officer

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