Vulcanus era, en la mitología romana, el Dios del Fuego y los volcanes, hijo de Júpiter y Juno y, aunque se le representa viejo, cojo y con desagradable aspecto, se casó con la diosa del Amor, Venus, a quien la prensa rosa de la época le acutó una infidelidad con el dios de la guerra, Marte. Esta escena la representó de forma brillante Velázquez eternizando el momento en el que el Dios Apolo, conocedor de la verdad, impronta al volcán sobre la belleza de Venus.
Vulcano era el herrero de los dioses, su fragua estaba en las entrañas del Etna y ahí forjaban los Cíclopes los rayos de luz de su padre Júpiter. En Italia, el fuego que arroja un volcán como el de la Palma se identifica desde siempre con esos rayos que echó encima al monstruo Tifón en el monte Etna de Sicilia.
La Historia conocida nos evidencia que no somos los primeros y ni el año 2020 ni el 2021 es el peor de la Historia para estar vivo. Unos hablan de la Guerra mundial, otros de la peste negra y otros tildan al año 536 como el más catastrófico porque la doble erupción de un volcán en Islandia esparció una nube de ceniza por todo el hemisferio Norte con el efecto colateral de sumir en la oscuridad y el hielo a Europa, Oriente Medio y media Asia.
Si estar a luz de luna no era suficiente, en unos años empezó a propagarse la peste bubónica matando a casi la mitad de la población con un cambio climático que explicó la crisis social y humanitaria del siglo siguiente y condujo a la caída del Imperio Romano (no los bárbaros) con el comienzo de los primeros destellos de la economía medieval. El hambre derivó en enfermedades y los restos de ceniza en el aire provocaron la mayor hambruna conocida.
Eran otros tiempos si pero, en este siglo XXI, de lo que no cabe duda es que detrás de los terremotos, las pandemias y los volcanes está la mano del hombre que, aunque no es culpable de la causa, si lo es del daño que producen. Ahora ponemos palabras técnicas que aparentemente maquillan los hechos y, los Apolos y Zeus de turno se encargan de hablar de «invierno sin tormentas, primavera sin suavidad o verano sin calor».
Los volcanes nos hablan, han dado forma a nuestra casa, han creado la atmósfera y sólo tenemos que saber escuchar para comprender la «Story Telling» que nos cuentan. Como cuando estamos enfermos, la Tierra nos habla y no nos muestra un solo síntoma, por eso la importancia de usar todos los medios disponibles para recabar información y que el factor humano sea el retén como respuesta clave para una buena adaptación al cambio climático (si es que se puede).
Quizá tengamos que leer o releer el Diálogo de Timeo y Critia para viajar a la Atlántida y que Platón nos hable en primera persona de nuestra propia sociedad, de nosotros mismos, de las que cosas que nos perjudican y las que nos mejoran, y que nos explique como podemos evitar que los dioses terrenos descarguen su infierno contra nosotros para que el drama de Pompeya, la Palma o la caldera de Santorini no se repita.
Es cierto que el secreto de un buen acero está en las manos del Herrero, pero nuestra obligación como cíclopes es buscar esa Atlántida que nos permita seguir soñando para llevar el magma hasta el mar.
“El vino más preciado se produce en las laderas de los volcanes. Ahora, los ideales audaces e inspiradores solo nacen de una mente clara que se encuentra sobre un corazón resplandeciente«. Horace Mann.
Alberto Saavedra at imita.es Chief Vissionary Officer