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Voilà

El grito pandémico nos duele, nos mete en una realidad en la que nada es constante y ese fluir influye en cómo asimilamos y aceptamos la información. Esto conlleva que, en ocasiones, caigamos en la trampa de llegar a conclusiones precipitadas, eso que los neurocientíficos llaman volatilidad emocional, el famoso entorno VICA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo).  Es en esa gestión de la incertidumbre cuando emergen los verdaderos líderes, aquellos seres capaces de, además de gestionar sus propias emociones, gestionar las de las personas que dirigen.

Este nuevo orden pandémico ya no demanda Managers a la antigua usanza, que ejerzan el control y ofrezcan el «know-how» a los subordinados, ni tampoco aquel líder transformacional de los 90 orientados a personas, ni siquiera los del 2000, reactivos y proactivos antes las nuevas necesidades diarias de Internet. En la era COVID rebrota la figura del neurolíder que toma por bandera la Inteligencia Emocional y, ante la incertidumbre, promueve la colaboración, ante la volatilidad, la imaginación, ante la complejidad, el equilibrio, y ante la ambigüedad, promulga las bondades de la intuición.

Si bien es cierto que nuestro cerebro está concebido y diseñado para esa incertidumbre, la adaptación continua y la supervivencia en ecosistemas de cambio, este tiempo no nos permite hacer predicciones ni hacer pruebas de concepto. No podemos esperar tener empleados que sean siempre obedientes, nos tocará luchar contra clientes tiranos y tendremos que socavar el terreno para enterrar a aquellos saboteadores de la creatividad que no han tenido la suerte de caminar por los senderos de la imaginación. La Seguridad no es buena amiga de la Innovación y bien es sabido que el miedo puede conducir al pánico que bloquea la posibilidad de aprovechar las oportunidades que el mercado nos brinda.

La COVID-19 nos pone a jugar en una partida en la que la organizaciones no han cambiado, cambiamos las personas que trabajamos en un proyecto. Parafraseando a Warren Buffet, el mercado irá transfiriendo dinero, trabajo y oportunidades del impaciente al paciente, siendo esta paciencia la mayor vacuna a la hora de tomar decisiones. 

En este momento, a la espera de la inmunidad del rebaño, para ganar el juego al virus hay que preparar bien la mente y no dejarse llevar por lo que otros hacen, no comprar cuando los otros compran, no vender cuando los otros venden. En el crack americano del 29 los ganadores fueron los que aguantaron sus posiciones y no vendieron, se forjaron en sus decisiones y no se dejaron llevar por la corriente. 

Por supuesto, que las empresas innovadoras necesitan visionarios que tiren del carro y apunten a la dirección correcta pero, en una situación de crisis, no es suficiente con vislumbrar el camino. No es lo mismo saber lo hay que hacer que arremangarse y ponerse a hacerlo para que todo fluya.

Pero las que realmente sobrevivirán serán las que tengan perfiles que lideren la transformación digital y, sobre todo, que apuesten por el talento basado en valores, no sólo basado en la experiencia, la formación o los soft skills del empleado y que ofrezcan a las personas una mayor conciliación familiar, la formación y el tiempo libre de calidad. Este salario emocional será la base del compromiso, involucración y aportación de valor del nuevo nómada digital.

Mientras que todo esto llega, la solución para salir vivo emocionalmente de la pandemia es, como decía Maquiavelo, jugar al profeta armado. Aunque seamos capaces de adquirir poder, autoridad o dinero, no sobreviviremos mucho tiempo sin una fuerza que nos respalde.

Ser un profeta armado no supone literalmente tener armas, sino liderar con energía y respaldar cada acción. Así lo hizo aquel obispo castellano que, sabiendo que no había sido muy agraciado por la creación, pinto su rostro en el cuadro de su ordenación y, con el brote de la risa de Pascua, eligió para su ministerio el siguiente lema: «No tengáis miedo, soy yo«.

Ante todo y ante todos, mucha calma, paciencia y serenidad. Lo que nos trajo hasta aquí no nos llevará hasta allí.

«Si me tuvieran por tonto los caballeros, los magníficos, los generosos, los altamente nacidos, tuviéralo por afrenta inreparable; pero de que me tengan por sandio los estudiantes, que nunca entraron ni pisaron las sendas de la caballería, no se me da un ardite: caballero soy, y caballero he de morir, si place al Altísimo”. Miguel de Cervantes Saavedra, soldado español. 

Alberto Saavedra at imita.es Chief Vissionary Officer

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