El término latino «Calculus«, se refería a una piedrecita o china que, al meterse en el calzado, producía molestias a los romanos. Esas primeras piedrecitas insertadas formaron el ábaco y también el suanpan chino, primeras máquinas que nos acercaban al maravilloso mundo de las Matemáticas.
La evolución de estos aparatos, por todos conocida, nos ha llevado a los nuevos algoritmos de compañías como Google que quieren vivir el sueño de Raimundo Lulio en su Ars Magna de crear un lenguaje capaz de determinar todas las verdades.
Las calculadoras mentes que están detrás de este noble empeño trabajan con el mundo matemático del Big Data, con lo infinito de la Inteligencia Artificial e incluso con el potencial del nuevo Internet del Valor que nos sugiere Blockchain.
Sin embargo se están olvidando de dotar a los algoritmos de algo fundamental: la Inteligencia Emocional, esa capacidad inherente al ser humano que nos permite ser empáticos, ponernos en los zapatos del otro como dicen los ingleses.
Las Matemáticas están presentes en todos lo que hacemos por lo que, también cuando innovamos, creamos y descubrimos nuevos mares azules, tenemos que tener en cuenta su presencia ya que es algo inherente a cualquier suceso, decisión o disciplina.
En Innovación, una gran cantidad de las cosas que nos suceden nos pueden parecer inexactas, pero para ello tenemos una gran aliado: la esperanza matemática, aquella que nos indica que el valor o el resultado que nosotros esperamos es aleatorio e igual al sumatorio de probabilidades.
De lo aleatorio de un artista alemán (Julian Voss Andreae) nace la escultura «Spannungsfeld» (literalmente «zona de conflicto«) . Es una obra que transmite una tensión dinámica, entre los polos opuestos, hombre y mujer, que impregna todo lo que está a su alrededor. Pero lo mejor de esta escultura es que, según la observamos desde uno u otro ángulo, se hace invisible ante nuestros incrédulos ojos. Por supuesto, sólo la mirada y las matemáticas aprendidas de un físico cuántico pueden crear una escultura así lo que convierte a Voss en un gran divulgador científico.
Esta fusión de Ciencia y Tecnología que nos muestra toda su obra habla de este mundo del siglo XXI que nos ofrece muchos aparatos que, supuestamente, han sido creados para facilitarnos. Sin embargo, vivimos en la continua paradoja de que, dispositivos como los smartphones, en lugar de acercarnos nos separan, no nos ayudan a tener más tiempo de calidad entre iguales, ni a construir la armonía entre las personas y nos hacen viajar al pasado y añorar el tiempo que compartieron mis abuelos trabajando su tierra castellana bajo el mismo sol.
Este mundo que vivimos se encuentra dominado por los números, a veces manipulados y a veces no. Ese dominio de la realidad nos cuenta que para dentro de una generación tendremos en España la cifra más alta en uno de estos indicadores: vivir o no vivir, esa es la cuestión.
La Esperanza de Vida (o expectativa como dicen los anglosajones) es un número estadístico pero, sin querer, nos habla de la economía, de la salud y de la educación de cada país con las cuentas muy bien consolidadas. Como muestra, los nacidos en España en este siglo viviremos, de media, treinta años más que los que se han engendrado por Sierra Leona. El análisis sociológico es sencillo como el mecanismo de un botijo.
Los Innovadores sociales tenemos que vivir siempre en ese estado de buena esperanza basado en la expectativa de tener resultados favorables para toda la humanidad y en la confianza de abrigar siempre un deseo disruptivo que pronosticar.
No obstante, a veces sucede que lo más difícil es ver lo evidente y, por ese motivo, hay personas que se resisten a cambiar a pesar de ser cristalinos los beneficios que obtendrían. Tienen colgado en su despacho el cartel de la obra de Dante de la puerta del Infierno «Lasciate ogni speranza /voi ch’entraate«. En estos casos la probabilidad de engendrar un embarazo creativo se reducen de forma considerable.
Innovar es colocar nuestra Inteligencia emocional en modo esperanza, entendida como esa virtud teologal por la cual el hombre pasa de devenir a ser, esa virtud por la que «sabemos vivir» aprendiendo cada instante como una nueva creación y esa virtud que nos brinda la manera de estar preparados para lo peor y esperar siempre lo mejor.
«En tiempos de crisis la imaginación es más efectiva que el intelecto«. Alberto Einstein.
Albert Saavedra
CXO at imita