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Bailar en la Oscuridad

La «École de danse de l’Académie Royale de Musique» nació en 1669 por iniciativa de Luis XIV. El monarca francés, abrumado por los desórdenes que hundieron la Academia Real de Música, decidió elaborar unos estatutos entre los que se incluía la creación de un Conservatorio de Danza. Al principio, estas clases que eran gratuitas pero sólo asistían los bailarines profesionales.

Para alcanzar el nivel de excelencia de esta compañía se requiere mucho rigor. Los bailarines comienzan como «cuadrillas» antes de convertirse en corifeos y, después, solistas. Los artistas más meritorios y dotados de más talento pueden aspirar al rango de primer bailarín o bailarín estrella. Los movimientos, fluidos y etéreos y la técnica de los bailarines de esta compañía han sido una constante fuente de inspiración para muchos artistas, como las obras del pintor Edgar Degas.

Desde imita, nos vamos a inspirar en este templo del Arte para hacer nuestra composición de lugar y poner nuestro granito de arena para que la entrada en la Fase III no convierta a la Curva en una montaña rusa. La pandemia nos recuerda que no es suficiente con nombrar en vano a la Meritocracia con los Ministros, ni a la Tecnocracia con lo expertos, ni siquiera invocar a Hipócrates cuando enseñaba a los médicos griegos a «describir lo pasado, conocer lo presente y predecir lo futuro”.

Lo que si pone en la palestra la pandemia es la necesidad de interconectar todas la disciplinas y saberes para lograr un solución sostenible en el tiempo que no se limite a un tratamiento que alivie los dolores o a una vacuna que manipule las mutaciones de los virus. Lo verdaderamente importante es que aprendamos a vivir con ellos como ocurrió en el caso de la viruela, la primera operación Balmis, en la que no sólo se transportó la vacuna sino que también se llevaron libros, ideales y conocimiento.

Ahora tenemos toda la Información disponible por lo que como ciudadanos no podemos asumir que la Organización Mundial de la Salud haya sido incapaz de predecir la pandemia (al igual que ocurrió con la crisis financiera del 2008 con el FMI o los Bancos Centrales). Si el modelo humano no es razonable y no somos capaces de aprender de nuestros errores sólo nos queda una alternativa: confiar la toma de decisiones a los modelos matemáticos de la Ciencia de Datos (esos que usan con éxito Google, Facebook o Amazon) y, antes de pasar de fase, analizar e interpretar los datos para convertirlos en conocimiento como lo hicieron nuestros antepasados en la época de la viruela.

Quizá sólo se necesiten tres modelos: uno epidemiológico (para sorprender al virus), otro sociológico (para analizar nuestro comportamiento) y otro económico (para conocer el mejor modo de salir «más fuertes»). Por ese motivo, me alegra saber que la Comunidad de Madrid ha incluido en su «Comité de Desescalada» a un Analista de Datos, francés de nacimiento y madrileño de adopción.

Como las inversiones en Ciencia, Tecnología e Innovación en el Valle de los Caídos eran dedicadas a otros menesteres, Tomas Pueyo como miles de compatriotas, tuvo que emigrar al Valle del Silicio para desarrollar sus proyectos con el apoyo del ecosistema de San Francisco. Desde allí escribió en Marzo en Medium un artículo que, al igual que la COVID, por desgracia para él, se ha hecho viral y le ha hecho perder siete kilos por la presión mediática.

En el texto, «El Martillo y la Danza«, expresa con datos su teoría científica para antes y después del confinamiento, cimentada en el lema de que todos debemos LUCHAR POR DANZAR alrededor de la R, la tasa de transmisión, para que se mantenga por debajo de 1 en el medio y largo plazo.

Pueyo analiza datos de otros países y otras pandemias y sus figuras son clarificadoras. Sólo me voy a centrar en la que se detallan las medidas para mantener el nivel de la R asociado a su beneficio global y su coste económico.

En lo que se refiere a reducir el contagio, en lo social, lo que más influye es, por este orden, el diagnóstico masivo, la educación pública para la higiene y el seguimiento de contactos. No obstante, en lo relativo a distanciamiento social, con su consiguiente afectación a la economía, lo que más influye en la R es el cierre de clubs nocturnos, por encima incluso de permanecer en los hogares o el cierre de Universidades y Escuelas.

A fecha de hoy, la única certeza y evidencia que tenemos sobre el virus es que se propaga de forma rápida cuando se concentran personas en espacios cerrados durante una hora. Estimo, con la prudencia, cautela y la sabiduría del carbonero que, al igual que los niños están sin Maestros, futuro de nuestra sociedad, los jóvenes de ese segmento del CIS (hasta los 35) pueden quedarse una semanas sin DJs (obviamente, a costa de un puñado de dólares pero dando un respiro a nuestros cementerios).

Ahora ya no estamos en una contrarreloj, pero no se puede pasar de un día para otro del «Guateque a la Discoteque» al igual que puede ser un error de la misa virtual a la presencial sin haber pasado por la campestre. Ninguna cosecha da frutos de la noche a la mañana.

En esta sexta prórroga ya nos favorece el factor cancha y hemos aprendido a bailar la danza del virus. Ahora la música la ponemos nosotros pero no hay que dejarle libertad de movimientos al virus porque como coja el rebote, puede empatar el partido y tendremos nuevas prórrogas.

Aprendamos de la Escuela de París en las que las decisiones son tomadas por unanimidad. Tomemos esa inspiración artística y dejémonos aconsejar por la Ciencia, madre de la Prudencia.

Ya habrá tiempo para pasar una Noche en la Ópera, disfrutar de un Día en las Carreras o tomar una Sopa de Ganso.

Hay que estar siempre ebrio. Todo se reduce a eso; es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo, que os destroza los hombros doblegándoos hacia el suelo, debéis embriagaros sin cesar. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como os plazca. Pero embriagaos.

Charles Baudelaire. «Pequeños poemas en prosa o Spleen de París»

Alberto Saavedra CXO imita.es Chief Exponential Officer

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