En el Siglo XVII, en la Universidad de Salamanca, con el frío charo arreciando en las paredes de piedra arenisca, los estudiantes más humildes tenían que llegar una hora antes de que empezara la clase para calentar el banco a sus señores que se sentaban al lado de la cátedra. Cuando volvían a sus sitios, muy alejados del profesor, les resultaba casi imposible escuchar la lección sin tiritar de frío por lo que el Rector Magnífico, a esos últimos de la fila, les concedió el «derecho al pataleo» que les permitía moverse, aplaudir (no sé si a las 8) e incluso patalear unos minutos antes de comenzar la clase.
Ahora, en los tiempos del nuevo cólera, se les permite a algunos ciudadanos (de barrios como el de Salamanca de Madrid) olvidarse de la distancia de seguridad y de compartir reuniones digitales para salir a la calle, según marca el Estado de derecho, para aplaudir las consignas de otros que han cambiado la tribuna de oradores por la cubierta de un autobús publicitario.
No es buen momento para colapsar una ciudad montando caravanas reivindicando una supuesta falta de libertad. Constreñir a la sociedad es la única vacuna que existe en la actualidad suavizar la curva. En este momento, y siempre, vale más la vida de una persona que viaja en ambulancia (y no lo hace por placer) que la vana actitud de protesta que puedan adoptar algunos que se sienten defraudados en sus derechos.
En imita, tenemos la fortuna de contar con expertos científicos que colaboran con nosotros y han vivido estos tiempos en primera persona del plural y, después de 70 días y muchas noches de guardia, no han ejercido ese famoso derecho de pataleo a pesar de que sus salarios y condiciones llevan siendo, desde siempre, las peores de Europa. En conversaciones con ellos, quizá el efecto pantalla de la mascarilla no me ha permitido entender toda la forma, pero según su opinión el fondo de la intrahistoria se sitúa antes de los festines del 8 de Marzo.
Es público y notorio que los científicos sostienen, con estudios independientes como el del Centro de investigación internacional Deep Knowledge Group, que nuestro gobierno ha gestionado la pandemia como el peor país de Europa y, a nivel global, lo sitúa por detrás de Afganistán o Botswana. En esa línea de trabajo coinciden con el estudio elaborado por el Instituto de Salud Carlos III que insinúa que el virus ya circulaba a mediadas de Febrero y era, en ese momento, cuando había que haber puesto los medios.
No es casual que Castilla y León sea una de las regiones con más letalidad y que el virus se haya cebado con nuestros mayores. No es que los sorianos, los segovianos o los zamoranos tengamos en nuestro ADN una menor inmunidad a la COVID-19. La única causa posible es que en ese mes de San Valentín se produjo movilidad desde Madrid a la región por los estudiantes y llevaron a casa un polizón invisible. No quiero expresar que conviviéramos con el virus, ni que ya hubiera casos. Sólo que nuestro país no estaba preparado para la epidemia, como todos, y eso facilitó su propagación.
Por supuesto que nos deja un sabor agridulce y nos duele ser «el Real Madrid de Seguridad de la Salud» (sólo por debajo de Suiza) y ser a la vez los que más muertes hemos sufrido por cada millón de habitantes. Pero, como decía uno de los primeros colaboradores de imita, abogado de formación y, sin embargo, Coach de las Emociones de profesión, debemos seguir SIEMPRE ADELANTE. Con nuestra limitación humana, de momento, no podemos predecir el futuro así que sólo nos queda un camino: crear el mejor de los mundos posibles con innovación.
Lo primero, confianza en el ámbito empresarial: tenemos el respaldo de compañías sin ánimo de quiebra que invierten mucho en I+D como Roche, Merck, Novartis y Pfizer que darán una respuesta temprana al problema global y contamos, en el lado de la cooperación, con el apoyo de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) (liderados por los que se sientan al lado de la cátedra) que pondrá sobre la palestra lo mejor del Big Data y la Inteligencia Artificial para lograr la secuencia óptima que traiga el remedio definitivo y nos permita para futuros brotes tener una alerta temprana.
En paralelo, el resto de los mortales, aprehenderemos las materias de este curso de formación en el que nos ha matriculado sin permiso el coronavirus: optimizar la conciliación familiar con teletrabajo (desde el comerciante hasta el funcionario), reorientar el capitalismo hacia el bien común y, sobre todo, descubrir el valor de la cooperación público-privada para rediseñar las nuevas fases que están por venir: la 4 de test masivos, la 5 de dejarnos rastrear, la 6 de darle al botón de reinicio de la economía, la 7 de encontrar un tratamiento paliativo eficaz y, por último, la fase 8, que alcanzaremos con esa vacuna que nos permitirá volver a RESPIRAR.
Inventemos nuevas formas de hacer las cosas con Tecnología. Somos capaces de lo peor, como lo venimos demostrando, pero también somos capaces de convertir el Beefeater, el Ballantine’s o el segoviano Whisky DYC en desinfectante de manos.
Cuando el virus llame al timbre de nuestra casa, la Innovación solidaria será el único medio para blindar nuestra puerta.
En esta Guerra Mundial TODOS somos del bando aliado.
La Historia la escriben los vencedores.
«Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo,de odio, de esperanzas, de recelo.»
Fray Luis de León.
Alberto Saavedra CXO imita.es Chief Exponential Officer
blog.imita.es