Según Michel Foucault, la normalidad implica una relación de poder. El poder clasifica, ordena, controla. Decide lo que es correcto en cada momento. Lo que es normal ahora quizá no lo era hace veinte años, es el comportamiento de las mayorías que regula nuestra convivencia, aceptar los lugares comunes como propios. Lo que llamamos noria en España, en Honduras lo llaman Rueda de la Fortuna. El que se sale de esa corrección resulta extraño.
Sin embargo, las grandes historias del mundo no se basan normalidad. Ésta es una camisa de fuerza que permite al sistema funcionar pero no nos cuenta historias de héroes ni de perdedores. No es útil: no sirve para hacer Literatura ni Filosofía. Foucault lo sabía y luchó con todas sus fuerzas para poner límites a la confusión entre lo que era normal y lo que era correcto (ser homosexual en su época no era muy normal…). La diferencia nos da miedo, la norma nos da seguridad, nos sumerge en un invernadero y nos aleja del brasero del hogar.
Cuando salgamos de este fin del mundo será que hemos llegado a esa «nueva normalidad«. Ese término, aunque lo parezca, no es pandémico. En el 2009, Mohamed A. El-Erian, Chief Economic Adviser en Allianz, acuñó este eufemismo amable para referirse a la situación financiera global que había estallado y que generó el caos en todo el mundo. Como sucede con los huracanes, ciclones o tormentas tropicales ponerle un nombre, además de facilitar la comunicación, suaviza el diluvio.
Desde ese momento se ha utilizado este término «orweliano» de la NEONORMALIDAD cada vez que es casi imposible justificar la expectativa de una recuperación en V, como sucede en esta coronacrisis. Con la incertidumbre del camino y de los diferentes pasos a seguir, no funciona para la población la metáfora de la mano invisible de Adam Smith (no se trata de un fallo del mercado ni del libre juego de la oferta y la demanda). Cuando se consigue que el ciudadano interiorice la neolengua y el acto del «doblepensar» se logra que desconfíe de su percepción de la realidad para asumir la verdad oficial. Sucede entonces que, cuando el lenguaje ya no se utiliza para transmitir significado sino para ocultarlo, las matemáticas convierten a las hipotenusas en catetos.
A nivel técnico, como expone Erian en su libro del 2017 «The Only Game in Town«, esa nueva normalidad obstaculiza la creación de puestos de trabajo, alimenta el mal funcionamiento de las instituciones políticas (intervenidas por los bancos centrales) y contribuye a las tensiones geopolíticas agravando las desigualdades. Lo realmente casual o causal es que la traducción de este libro al castellano fue «Lo único importante«, como evitar el próximo e inminente colapso financiero. Quizá una premonición o un maná caído del cielo para llevar en la mochila del postconfinamiento.
El coronavirus nos ha acompañado hasta la bifurcación del camino. Ahora tenemos que elegir: la ruta de la prosperidad, en la que la única distancia de seguridad sea la de la cola del paro, o regresar a una nueva mediocridad en la que los ricos desayunen con diamantes y los pobres, como animales de costumbres, sigan abrazando a una bandera que no le da de comer.
Cuando nos den ese tercer grado aprenderemos a andar de nuevo como la «gallinita ciega» y volveremos a preparar citas secretas con extraterrestres que vendrán con una neovacuna de esas de inmunidad de rebaño que nos devolverá a ese mundo feliz de las ovejas en busca de buen pastor.
Ni Don Quijote ni Jesús de Nazaret ni Galileo estaban locos. Fueron sólo personas que crearon su «mundo raro» porque no les gustaba la normalidad y eligieron la vida de los héroes sin capa, la grandeza de las cosas sin nombre, la tribu de los perdedores que siempre ganan.
«¿Para qué engañarse? Vivimos en una democracia secuestrada por el poder económico, esto todo el mundo lo sabe. ¿Fueron los gobiernos los que decidieron hacer del empleo precario algo que se convertiría en “normalidad” social y el contrato basura en operación corriente? ¿O ha sido el poder económico que, en nombre y para mayor gloria del santísimo Lucro, lo ha impuesto a los gobiernos y a toda la sociedad? ¿De dónde cayó esa plaga? ¿Del cielo o de los señores del dinero».
José Saramago. Premio Nobel portugués
Alberto Saavedra CXO imita