

Por mucho que avancemos en la invención de máquinas, lenguajes o sistemas expertos que nos ayuden a calcular, combinar o a permutar objetos, estimo que es imposible que lleguen a dotarse de la creatividad que brota de las fotografías de artistas como Madoz. Nada, lejos del ser humano, puede combinar de manera nueva, una escalera de cemento con una de madera para crear un universo original de la misma manera que una máquina puede producir algo que no existe. La máquinas, como decía el profesor informático del MIT (Massachusetts Institute of Technology) Minsky, son inteligentes desde el momento que llevan a cabo tareas que, de ser hechas por hombres, serían consideradas inteligentes pero, incluso los grandes algoritmos o las computadoras de ajedrez invencibles como «Deep Blue«, no pueden superar ni competir con la creatividad humana.