«Tanto tienes tanto vales, no se puede remediar, si eres de los que no tienes, a galeras a remar«, cantaba El Último de la fila pero en el 2020, por fin, todos tenemos un valor. Según un estudio realizado por la compañía británica Experian y publicado por la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), los datos que dejamos en los caladeros sociales valen, en el mercado negro de Internet (Dark Web), algo así como 870 dólares. Todos tenemos un precio, así que es mejor no dejarse comprar por menos de nada.
En ese mercadillo de Internet, en modo Bronx, podemos por 50 euros hackear el móvil de nuestra hija (y evitamos la ardua tarea de configurar la herramienta de custodia), por 200 accederemos al ordenador de nuestro jefe gracias a los servicios un sicario digital y por el módico precio de 60 podemos infectar de malware a toda nuestra comunidad de vecinos.
Pero, por no confundir a la audiencia, todo no es oscuro en el mundo de ese Internet que no vemos. Lo que vemos, Google y el resto de servicios «gratuitos», que han vuelto a batir récords de alegría compartida esta Navidad, es lo que, a nivel técnico, llamamos ClearNet. Sólo es la punta del Iceberg, el 10% del contenido, el resto no es accesible a través de los buscadores convencionales.
El «más allá» es lo que llamamos Deep Web: pueden ser portales protegidos, archivos guardados en Dropbox, correos y esas páginas que sólo duran un instante por su condición de emigrantes perpetuos. Esta web profunda, gracias a las redes sociales, genera ingresos que no revierten en los usuarios que se tienen que conformar con la utopía de confiar en un servicio desplegado sobre la promesa evangélica de lo recibido gratis, dadlo gratis, convirtiendo a las personas en productos.
Por suerte, parece que hay un cambio de paradigma y hay emprendedores que optan por un modelo de negocio más armonioso y justo como el de los fundadores españoles de beBEE, una red social con más de 12 millones de usuarios que mezcla lo profesional y lo personal y paga por los movimientos en su red mediante la moneda virtual Wibcoin.
Ese activo de trueque, creado gracias a la fundación angloargentina de la empresa Wibson (participada por nuestra Telefónica), permite convertir «Data en Plata» y empoderar al usuario. Su eslogan es toda una declaración de intenciones: «Son tus datos, obtén tu beneficio«. En una época de crisis permanente de credibilidad de los gigantes tecnológicos, que buscan el milagro de la Inteligencia Artificial para concluir su invasión global, el universo Blockchain es la Esperanza que nos permite comenzar de cero y soñar que otro modo de hacer las cosas es posible.
Obviamente, cualquier dato es susceptible de ser «demonizado» por lo que hay que cuidar la información que se regala al mejor postor y, sobre todo, proteger a los menores de los influjos del dinero fácil. No valen excusas como la de convertir a los nuevos «Joselitos» en youtubers, ni lo creativos de los Bailes públicos de Tik tok ni las destrezas de juegos como la Ballena o el Momo Challenge que este año han acabado de nuevo en tragedia.
Si me dan a elegir, me quedo con el Momo de Michael Ende, que en el año 1975 hablaba sobre el valor del tiempo en la sociedad contemporánea. Cuando dejamos entrar a un niño, EN SU TIEMPO DE OCIO, en una red social le sucede como a la protagonista de la historia: no sabemos de dónde viene, no sabemos qué edad tiene ni tampoco si tiene familia. Su nombre se lo dio ella misma y dice tener cien años o quizá «cientodos«.
Cuando dejamos a un niño «sólo en el parque» de Internet, los padres nos mudamos y pasamos a habitar esa ciudad que describe Ende, llena de tristes edificios de hormigón en la que los «hombres grises» eran dueños de su propio tiempo. Por esa razón en la obra nacen los «depósitos para niños», porque ya nadie tiene tiempo para dedicarse a ellos.
Por supuesto que es bueno que nuestros hijos crezcan en habilidades y destrezas tecnológicas que los hagan más creativos e inteligentes pero hay que dotarles de la capacidad de elegir si quieren o no seguir a Casiopea.
Cristian Lous decía que la tecnología es un siervo útil, pero un amo peligroso. Si nos dejamos gobernar, es un señor que nos atrapa en las redes de un feudalismo digital que celebra el autoritarismo de la ingeniería social como una alternativa al Gobierno y el supuesto triunfo de la utopía de la individualidad.
Cambiar el mundo no se hace sólo por invitación. La Tecnología no puede nunca reemplazar a las personas, nos sirve para lograr cosas imposibles. Por eso ahora la nueva Economía Española tendrá su firme aliado en la transformación digital.
Espero y deseo que no sea en la casa de ninguna parte.
«Existe una cosa muy misteriosa pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas.»
Momo. Michael Ende.
Alberto Saavedra CXO at imita
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