Si buscamos el origen de los términos emprendedor, empresa y emprender descubrimos que proceden del francés y, en latín vulgar, su significado es coger, atrapar, tomar. En el siglo XIII, Gonzalo de Berceo es el primero que los usa como engendrar, «la cepa es buena, emprendió buen sarmiento» y como tomar «Sennor, bien te conseio que nada emprendas» .
Todos somos, de forma innata, emprendedores de cepa siempre y cuando veamos en algún momento las posibilidades de ganar, aunque todo se derrumbe de forma irremediable y sólo nos quede el euro del café. El miedo a perder no es más que una máscara del temor a ganar y, si el emprendedor se descubre, apostará todo al rojo, al impar, a ser dueño de su vida.
Llevo un tiempo apoyando a uno de esos emprendedores, ya empresario por éxito y experiencia. Uno de esos que nunca mira hacia otro lado y que, para su relax, cultiva una pequeña huerta. No me sorprende esta pasión extraempresarial sino su modo de proceder cuando arranca una lechuga para proveer la comida diaria: lo primero que hace, antes de lavarla, es plantar otra en el hueco como sugerente muestra de su filosofía de vida.
Este tipo de emprendedores sin miedo son los que luego llenan el papel salmón y se convierten en los verdaderos creadores de riqueza y dueños del destino. Son los creadores de empleo sostenible y real y no cómo otros, divorciados de la realidad, que proponen desde Silicon Valley lo que denominan «Gig Economy«. Su traducción sería algo así como «economía del bolo», haciendo honores a esos músicos y actores que, cuál Barraca de Lorca, paseaban su arte de pueblo en pueblo para ganarse la vida (ahora tenemos desde trabajos de recados a otros más complejos como los de Mechanical Turk). No dejen de ser trabajos esporádicos, temporales, precarios, a pesar de estar alojados en la nueva Economía de las Apps.
Como dice el jugador de rugby argentino Pablo Fernández, «lo imposible está en la mente de los cómodos«. España, en cada localidad, está plagada de emprendedores que hacen real lo posible, sólo nos falta quitarnos los complejos.
Como botón de muestra Xavier Gabriel, el fundador de la Bruja de oro («Bruixa d`Or»), que afirma que su principal enemigo es la rutina (sigue diversificando negocio con Expedur y Compañías de Marketing y Publicidad) y el último de sus emprendimientos es Numbair, compañía de jets privados cuyo modelo de negocio no consiste en hacerlos volar sino en jugar con la divisa en los diferentes países.
No es de extrañar que le hayan postulado como Ministro de Hacienda
de Tabarnia, prueba evidente de esta cepa de emprendedor brotan los sarmientos, las hojas y los frutos que necesitamos en nuestra Economía para que revierta en lo local y extraer vino azul como el que han creado por azar cinco «millenials», Gik Live.
Bebamos vino azul y creemos nuestras propias normas. Para ser emprendedor no hace falta hacer un curso de corte y cata, ni ir a una Escuela asiática de Negocios, ni aprenderse al dedillo la Biblia del empresario.
Sólo disfrutar de la pasión de beber un vino nuevo cada día.
«El mundo es de Dios y se lo alquila a los valientes». Proverbio árabe
Alberto Saavedra CXO at imita