Para entender como de la nada puede brotar el milagro de lo colosal, nos situaremos en la época de las posguerrra, en la capital de la Costa Verde, en una de tantas ciudades españolas en ruinas que hubo que levantar de nuevo con el único motor de la minería, ese noble oficio de extraer carbón para que el mundo se mueva.
Bajo aquellos escombros de esa guerra entre iguales, ocurrió en 1946 un fatal accidente en el que fallecieron ocho personas por lo que las autoridades decidieron crear un Orfanato Minero para las familias de las víctimas. Cuando ya habían comenzando las obras, el Ministro de trabajo creó las Universidades Laborales como fundaciones educativas para convertir hijos de obreros en profesionales altamente cualificados.
El Orfanato aprovechó el momento y se convirtió en la Universidad Laboral de Gijón. Es un edificio en el que el arquitecto Luis Moya, anticipándose al método Kaizen de imita, se inspiró en la Universidad del Trabajo “Paul Pastur” de Charleroy (Bélgica) y lo diseñó a imagen y semejanza del Partenón de Atenas.
La idea inicial era levantar una ciudad ideal y autártica, cerrada e independiente de Gijón, cuyo fundación educativa fuera dirigida por los jesuitas y cuya intendencia la llevaran las monjas clarisas. Aunque fue un proyecto inacabado por falta de fondos y cese del ministro, es una obra retórica del franquismo y se convirtió en el edificio más grande de España, más de tres veces el Escorial. De hecho cuenta con la iglesia de planta elíptica más grande del mundo.
En el siglo XXI, La Laboral se ha vuelto a reconvertir y su Torre, inspirada en la de Hércules coruñesa, la Giralda de Sevilla y el Faro de Alejandría, es el símbolo de la Ciudad de la Cultura. Además alberga el trabajo de I+D+i ThyssenKrupp Elevator Innovation Center o las artes escénicas en su Teatro inspirado en los grandes del mundo griego.
En Innovación utilizamos la palabra reconversión cuando modificamos algo que, con anterioridad, ya había sido transformado. La Universidad de Salamanca grabó en su escudo dos palabras que sintetizan su misión histórica y su proyección hacia el exterior, «Salmantica docet«. De este modo, después de ocho siglos de existencia, no se cierra en sí misma y sigue en reconversión permanente haciendo del cambio su único estándar.
Como dice su lema, la Universidad, como la ciudad ideal de Gijón, se proyecta y sale a las confluencias para enseñar los principios de todas la ciencias. Lo hace a lo grande, brindando a los pequeños comerciantes y particulares la oportunidad de colaborar con los ocho siglos del Estudio Salmantino a través de una iniciativa de micromecenazgo: quienes realicen aportaciones podrán lucir el distintivo del VIII Centenario en su establecimiento.
Una idea tan disruptiva sólo se concibe preparando un cocktail que lleve lo mejor de la Cooperación (lo que enseñamos en nuestra técnica del «Botón charro«), la Generación de valor de nuestras sesiones de «Lluvia de Ideas» y, sobre todo, con esa visión que en imita denominamos «wishful thinking«, ese pensamiento que se eleva y nos conduce a soñar con una «Universidad de todos» que reconvierta a Salamanca en la Ciudad del Conocimiento.
“Todas las ciudades tienen su encanto, Granada el suyo y el de todas las demás”. Antonio Machado
Alberto Saavedra