Aunque me siento incunable como español, no sé muy bien de dónde soy, mi casa está en la frontera, como canta el poeta Jorge Drexler. Desde esas periferias, no se puede entender mucho de guerras preventivas, combates entre culturas o de mobiliario urbano tipo bolardos.
Este cantautor uruguayo, en una charla que ofreció para TED, habló sobre poesía, música e identidad. Comenzó su relato hablando de la décima, esa estrofa poética que está formada por diez versos octosílabos. También se conoce como Espinela en honor del poeta Vicente Espinel, del silo XVI, y Lope de Vega, en su “Arte de hacer comedias”, escribió que “las décimas son buenas para quejas”.
No me atrevo a quejarme ni a escribir una décima en este blog, aunque sea un lugar para acoger la creatividad, pero sí a relatar el mensaje evocador que dejó el poeta en su participación en las charlas TED de Vancouver. Jorge se crió en un lugar en el que las tradiciones vivían de forma armoniosa (su madre era cristiana y su padre judío) por lo que no es fácil entender los conflictos en los que las personas no se predisponen a ponerse en el lugar del otro.


La Política no se puede vestir con las desgracias, ya sean propias o ajenas. El buen Político tiene que levantarse por las mañanas, saludar a ese Sol que nace para todos, entrar en su vestidor y elegir el traje que, en apariencia, pueda parecer el peor.
Sin duda, ese es el mejor: es el que nos permite hacer remiendos.
«En túmulo de oro vago
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- cataléptico fakir
- se dio el tramonto a dormir
- la unción de un Nirvana vago…
- Objetívase un aciago
- suplicio de pensamiento,
- y como un remordimiento
- pulula el sordo rumor
- de algún pulverizador
- de músicas de tormento. […]»
- Julio Herrera y Reissig.
- «Tertulia lunática».
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Alberto Saavedra